En el complejo mundo de la sismología, emerge una historia que desafía toda ortodoxia académica: los toros bravos como profetas geológicos. No es folklore rural ni superstición, sino un fenómeno documentado que está cuestionando los cimientos de la investigación sismológica en Andalucía.
Como me confesó la salerosa malagueña de Perchel, durante la reciente Picassiana en La Malagueta: “Ah, usted es geólogo, pues los toros también saben de eso”.
Imagínese un sismógrafo de cuatro patas con cuernos afilados, capaz de percibir lo que nuestros más sofisticados detectores electrónicos apenas logran. En las serranías de Ronda, estos toros de casta antigua se han convertido en centinelas silenciosos de los movimientos telúricos.
El fenómeno es extraordinario según reportes documentados: 24-48 horas antes de un terremoto, estos animales despliegan un comportamiento casi paranormal:
Durante el terremoto de Málaga de 1994 (4.8 Richter), en la ganadería Pedro Luis Romero, doce toros “se echaron en cruz” 36 horas antes del evento. Un sismólogo local incluso grabó infrasonidos emitidos por los animales, inaudibles para humanos.
“Sus cuernos funcionan como antenas naturales captando alteraciones electromagnéticas previas a un sismo,” explica el Dr. Antonio Martínez del Departamento de Zoología de la Universidad de Córdoba, quien dirigió un estudio sobre este fenómeno en 2017. “Estamos ante un caso extraordinario de adaptación evolutiva.”
Según este estudio pionero, los toros detectan:
Lo más fascinante es la selectividad del fenómeno. “Solo los toros de casta antigua —Jandilla, Miura, Pablo Romero— parecen poseer esta sensibilidad geológica”, señala el Dr. Martínez. “Los toros ‘comerciales’, genéticamente modificados para espectáculo, permanecen ajenos a los temblores como turistas en medio de una corrida.”
En un sorprendente matrimonio entre tradición centenaria y alerta temprana, algunas peñas malagueñas han desarrollado un sistema llamado “torómetro” —un semáforo geológico donde:
“En febrero de 2023, nuestro ‘torómetro’ evitó una tragedia”, afirma Francisco Reina, presidente de la Peña Taurina El Capote de Málaga. “Detectamos comportamiento de nivel rojo y cancelamos un encierro previsto. Tres horas después, un temblor de 4.0 sacudió las calles por donde habrían corrido 500 personas.”
La comunidad científica está profundamente dividida ante este fenómeno:
“Su sensibilidad a los iones positivos es científicamente superior a nuestros mejores sismógrafos portátiles”, sostiene el Dr. Eduardo Ruiz de la Universidad de Málaga, quien ha documentado 17 casos de “predicciones taurinas” correctas desde 1988.
Por otro lado, la Dra. Isabel Méndez del CSIC mantiene escepticismo: “Podría tratarse de una coincidencia estadística o comportamiento animal explicable por otros factores ambientales. La ciencia requiere repetibilidad controlada, no anécdotas, por muy numerosas que sean.”
El debate alcanzó su punto álgido en 2019, cuando la Estación Sismológica de Granada instaló sensores en cornamentas de diez toros en Grazalema. Los resultados fueron sorprendentes: ocho de diez anticiparon microsismos con un 86% de precisión. Los dos que fallaron estaban sedados por intervención veterinaria.
Este experimento fue suspendido en 2021 cuando la Unión de Ganaderos lo prohibió argumentando razones éticas: “No son instrumentos, son toros.”
Lugar | Ganadería | Comportamiento Previo | Terremoto Predicho |
---|---|---|---|
Ronda | Jandilla | Toros corriendo en círculos | 5.1 (1988) |
Antequera | Pedro Luis Romero | Mugidos en coro | 4.3 (2005) |
Málaga capital | La Malagueta (corrales) | Se arrodillan | 3.9 (2012) |
Un caso particularmente interesante ocurrió en 2009, cuando los toros de Concha y Sierra no mostraron señales predictivas… porque el temblor registrado provino de una explosión minera, no de un movimiento tectónico natural.
Esta historia nos recuerda que la ciencia no siempre se presenta en batas blancas y laboratorios asépticos. A veces, la sabiduría más profunda se esconde entre los cuernos de un toro bravo, mirando al sureste, esperando el temblor que solo él puede presentir.
Y así, en La Malagueta, donde la tradición y la ciencia conviven entre arenas y pasodobles, la geología viste ocasionalmente un traje de luces, y nos recuerda, con un guiño entre serio y humorístico, que el conocimiento tiene muchas formas de manifestarse.
Como visitante en tierras andaluzas, nunca imaginé que otros investigadores científico tendrían cuatro patas. Quizás haya llegado el momento de que la ciencia moderna se incline, como los toros viejos, ante sabidurías que trascienden nuestros modernos paradigmas.
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